13.

 

Después de encargarse del fuego, Ace le dio a Caitlin cinco minutos adicionales para prepararse para la cama. Luego de apagar la linterna, se dirigió por el pasillo oscuro hacia la rendija de luz que brillaba bajo la puerta del dormitorio.

Encontró a su esposa de pie frente a la ventana que él había dejado un poco abierta esa mañana y olvidado cerrar. Pensó que había estado tan concentrado antes, preocupado por Caitlin, que no lo había notado. Ella estaba apretando la parte superior del riel de la ventana con sus pequeñas manos y se volvió ligeramente.

El suave olor a lavanda flotó a su nariz.

Al cerrar la puerta, se detuvo un momento para saborear la dulzura. Había ido a la cama con un sinnúmero de mujeres, pero esta sería la primera vez que pasaría la noche con una. La ocasión era especialmente memorable porque Caitlin era una dama, exactamente el tipo de mujer que había tenido cuidado de evitar.

Una mujer decente por lo general esperaba una propuesta de matrimonio de un hombre que la hubiera cortejado.

Mientras Ace se acercaba a Caitlin, se le ocurrió que probablemente pasaría casi todas las noches con ella durante el resto de su vida. Caitlin, con su glorioso cabello rojo y piel de marfil. Solo un loco se opondría a tal pronóstico.

Vestida en un voluminoso camisón blanco, se veía pequeña, indefensa y demasiado nerviosa para la tranquilidad mental de Ace. Los pliegues de algodón parecían tragársela.

Unos pies delicados se asomaban por debajo del dobladillo del camisón, sus talones de color rosa como pétalos. Acostumbrado a sus propios pies huesudos, estaba fascinado por sus delgados deditos.

Mientras se acercaba a ella por detrás, se dio cuenta de que estaba temblando de nuevo. Pasó por delante para cerrar la ventana. En cuestión de segundos, entendió por qué ella estaba allí de pie, temblando como una hoja frente al cristal subido. La maldita ventana estaba atascada.

Yo, mmm, traté de abrirla antes. No se movió.

Ace recordó su caída de cabeza desde la puerta trasera y arqueó una ceja,

¿Tratabas de salir por la ventana?

No habría cabido.

Dándole un empujoncito para que se moviera, hizo un poco de fuerza para tratar de mover el marco de guillotina. Con un sonido chirriante y un fuerte pum, finalmente cedió, cayó y se cerró.

Mis talentos definitivamente no se encuentran en la carpintería dijo él secamente. No hay una ventana o puerta en este lugar que no tienda a atascarse.

Sus talentos, evidentemente, tampoco se encontraban en la seducción, si los ojos abiertos con los que lo miraba era alguna indicación.

¿Ha intentado con el jabón?

¿Jabón?

Frotas una puerta o una ventana con jabón donde se atasca, por lo general se soluciona el problema. Si tiene una barra de jabón, con mucho gusto arreglaré esta.

Ace tenía la sensación de que ella haría cualquier cosa para evitar ir a la cama.

En la mañana, tal vez.

Agarrándola suavemente por los hombros, la volvió hacia la cama. Ella se movió por delante de él como una condenada a punto de ser ejecutada. Cuando sus rodillas encontraron el colchón, todo su cuerpo se sacudió. Aunque trató de no hacerlo, Ace sintió lástima por ella. Después de vivir toda su vida adulta como soltero, irse a la cama con una persona desconocida del sexo opuesto se había convertido en algo habitual para él. Ese definitivamente no era el caso de ella.

Resignado, se inclinó por el lado de ella para arrastrar hacia atrás la colcha y la sábana, luego le dio un empujoncito. Con una inconfundible desgana, ella se metió y se acurrucó como una pequeña bola temblorosa en el lado más alejado del colchón. Ace la cubrió con la colcha y se inclinó a apagar la lámpara.

En la repentina oscuridad, cruzó al otro lado de la cama, desatando la correa de su pistola en el camino. Como era su costumbre, colgó el arma en la cabecera, por si acaso la necesitaba rápidamente durante la noche. A continuación, se quitó el cinturón del pantalón, que dobló y dejó en una silla. Se sentó en el borde de la cama para sacarse las botas. Cuando se sacaba los calcetines, podría haber jurado que oía latir el corazón de Caitlin.

Con un suspiro, abandonó toda idea de dormir desnudo y decidió sacarse solo la camisa, la que tiró en la misma dirección que el cinturón. Mientras se deslizaba bajo las mantas, sintió temblar la cama. La sensación lo hizo pensar en el momento que había despertado en medio de la noche con un temblor de tierra en San Francisco.

Jesucristo. No eran solo pequeños temblores, sino que violentas sacudidas que parecían apoderarse de todo el cuerpo de Caitlin. Se quedó tendido mirando su esbelta espalda, preguntándose qué diablos debía hacer.

¿Caitlin?

¿Q Qué?

Para estar seguro de que no estaba imaginando cosas, posó una mano sobre su cintura. Efectivamente, estaba temblando como una hoja seca de otoño en una ventolera. Ace estaba a punto de decir eso mismo cuando ella se sentó de golpe en la cama.

No puedo ha hacer e… esto dijo ella con voz estridente. Lo s siento. Simplemente no puedo.

Él se sentó a su lado. A la luz de la luna, parecía etérea, un ángel frágil con una mano sobre su corazón y la otra agarrándose la garganta.

¿No puedes hacer qué? preguntó él estúpidamente, tratando de ganar tiempo.

¡Esto! Su voz se agudizó. Agitando una mano hacia la cama, dijo, Simplemente no puedo. Promesas o no, no puedo.

La histeria en su voz le dijo a Ace más de lo que ella podía saber. Sintió que el pánico no se haría esperar, y sabía que no tenía a nadie a quien culpar sino a sí mismo.

En vez de andar con evasivas alrededor de ella toda la noche y arrastrar la miseria, él debió haber insistido en irse a la cama una hora atrás. Ahora los nervios de Caitlin estaban de punta, apenas podría pensar y mucho menos razonar sobre esto.

Caitlin, cariño, ven aquí. Ace le pasó un brazo alrededor de la cintura, tirándola hacia abajo y ligeramente bajo él mientras él volvía a bajar al colchón. Ella dio un chillido asustado, pero antes de que pudiera reaccionar físicamente, usó su antebrazo para anclarla y su mano para capturar sus muñecas.

Tranquilízate. Todo está bien.

Ella corcoveó fuertemente con sus caderas.

¡Su… Suélteme! ¡Por favor! ella marcó las palabras con un sollozo bajo. No me haga daño. Por favor, no. No mme voy a rresistir. Lo jjuro. Solo, por favor, no me haga daño.

Medio enfermo de remordimiento, Ace cruzó sus muslos con una rodilla, más para evitar que se sacara las cubiertas que para sujetarla. El calor del fuego afuera poco hacía para quitar el frío del dormitorio, y con ella ya temblando como lo hacía, él temió exponerla al aire de la noche.

No voy a lastimarte, cariño. Lo prometo. Cálmate ¿vale?

Eestoy calmada. Solo, por favor, suélteme. No ppuedo respirar.

Claro que puedes. Estás hablando, ¿no? No se puede hablar sin respirar. Se llevó sus manos a la boca y pasó sus labios sobre sus nudillos fuertemente apretados. Solo cálmate repitió con firmeza, soplando su aliento contra su piel helada en un intento de calentarla. Respira profundo. Vamos. Buena chica. Ahora, una vez más.

Al final de un suspiro tembloroso, ella dijo,

Yo no quiero estar casada. Nunca he querido.

Lo sé. Desgraciadamente, la vida, a veces, tiene formas de echarnos el lazo a todos nosotros. Sabiendo que ella había estado en torno al ganado, no se sintió en la necesidad de explicarle la analogía. Probablemente ella había tirado su buena cantidad de lazos. Pasó su mano masajeando su costado. Vamos a superar esto, Caitlin. Ya lo verás. No parecerá tan malo una vez que te acostumbres a la idea de estar casada.

Liberado sus muñecas y sacando su pierna, rodó hacia un lado y la atrajo hacía sí, posando su cabeza sobre su brazo. Con sus caras a escasos centímetros de distancia, él buscó su mirada asustada, preguntándose que fue exactamente lo que le había ocurrido para estar tan aterrorizada. No creía que la palabra “compromiso” dibujara una imagen precisa. La ira brotó en su interior.

Ella extendió las manos sobre su pecho, no estaba seguro si para aferrarse a él buscando confort o para mantenerlo a raya, y supuso que ella tampoco lo sabía.

Sus manos estaban tan frías que parecían quemar su piel, sus dedos eran como fragmentos de hielo cavando.

¿Sr. Keegan?

Ace le pasó mano por el costado y por su pelo. Como había notado antes, era más grueso que el de la mayoría de las mujeres y mucho más rizado. Le gustaba la forma en que se sentía. Trazó el hueco de su mejilla con el dorso de sus nudillos, su garganta se apretó con una emoción a la que no quiso ponerle nombre. Solo de una cosa estaba seguro en este momento, no forzaría a esta muchacha a hacer nada. El suyo no era un simple miedo, sino puro terror.

¿Sr. Keegan? preguntó ella de nuevo.

¿Qué? preguntó él con voz ronca.

A la luz de la luna que se filtraba, sus grandes y luminosos ojos se aferraron a los suyos, implorantes, suplicantes. Después de varios segundos, ella susurró entrecortadamente,

¿Por qué yo? Si quería casarse, ¿por qué me eligió a mí?

Ace estuvo a punto de recordarle que no le habían dado mucha opción en el asunto, que el destino había hecho la elección por los dos. Pero eso no parecía ser lo más inteligente de decir, especialmente a su esposa, en su noche de bodas.

Algunas cosas simplemente están destinadas a ser susurró él, creo que esta es una de ellas.

Al decir las palabras, Ace se dio cuenta de que en realidad las creía. Su cuerpo seguía absorbiendo los temblores residuales que la estremecían , bajó la mirada a su pequeño rostro y supo con absoluta certeza, la que no tenía nada que ver con la razón y mucho que ver con el instinto, que el destino lo había traído de vuelta a este lugar, que por razones que ninguno de ellos podía imaginar, estaba establecido que ella estaría aquí tendida en sus brazos.

Para ser un héroe, él tenía demasiadas aristas, y sería el primero en admitirlo. Pero de alguna manera, quizás eso lo calificaba para ese papel más que nadie.

Dada su reputación con la pistola y su tendencia a ser un hijo de perra intratable cuando se cabreaba, nadie se atrevería a tratar de hacerle daño a Caitlin de nuevo. Este era un paso adelante respecto a la situación en que había estado algunas horas atrás, vulnerable a cualquier tipo que quisiera engañarla, su hermano malcriado a la cabeza de la lista.

Caitlin, cariño, escúchame.

Ace no tenía idea de lo que quería decir, solo que sufría por ella. Sentir tanto miedo era una cosa terrible. Él lo sabía porque había estado ahí. Incluso ahora, con más de cien kilos de peso y un montón de músculos para defenderse, aún podía recordar el terror que había sentido siendo un niño cuando había estado indefenso ante hombres adultos.

Atrapada en un cuerpo de mujer, Caitlin estaría siempre en desventaja cuando se enfrentara a un hombre. Sin duda, ella temía que si bajaba la guardia, incluso por un instante, alguien la lastimaría.

No voy a hacerte daño le prometió con voz ronca. Te diré algo más, no voy a tocarte. No de manera íntima, de todos modos. ¿Qué te parece? Por esta noche. Un período de gracia, por así decirlo. ¿Te gustaría eso?

Ella asintió con la cabeza, pero su expresión le dijo que no estaba segura de creerle. Ace suspiró y cambió de posición para estar más cómodo. Con su movimiento, todo el cuerpo de Caitlin se tensó. Él se dio cuenta de que ella no iba a relajarse. Podría hablar hasta ponerse azul, prometerle la luna, y nada de lo que dijera o hiciera la tranquilizaría. Tendida entre sus brazos, se sentía muy pequeña y terriblemente frágil. Él casi tuvo miedo de estrechar su abrazo por temor a lastimarla.

En su rostro se mostraban los estragos de su agotamiento. Sin embargo, él dudaba que fuera capaz de dormir, posiblemente nada en absoluto, a menos que pensara en algún modo de tranquilizarla.

Sin estar seguro de qué lo poseyó, incluso al soltarla y salir de la cama se cuestionó su cordura, cruzó la habitación oscura hasta la silla. Agarrando el cinturón, sacó su cuchillo y la funda. Mientras regresaba a la cama, extendió el arma hacia ella. Cuando Caitlin no hizo amago de tomarla, él se dio cuenta de que no podía ver lo que sostenía.

Toma le dijo con voz ronca mientras se inclinaba para poner la hoja forrada en el cuero en sus manos. Es mi cuchillo. Lo afilé yo mismo para afeitarme la barba. Ya desabroché la correa que lo sujeta en la funda, por lo que puedes sacarlo con facilidad.

¿Su cuchillo? repitió ella con voz desconcertada.

Mientras se metía de nuevo en la cama a su lado, Ace no pudo evitar preguntarse si viviría para reírse de esta locura más tarde.

, mi cuchillo. Yo, mmm pensé que podría hacerte sentir un poco más segura.

¿Segura? repitió ella.

Ace no pudo evitar sonreír.

, segura. Si trato de hacerte daño, tienes mi permiso para cortarme el cuello. Todo lo que pido es que no vayas por el vientre. Una herida en las tripas es una muerte lenta, preferiría morir rápido, si a ti te da igual.

Se acomodó a su lado, con la cabeza apoyada en la almohada junto a ella, sus narices casi tocándose. Ella agarró el cuchillo con las dos manos, la hoja situada entre sus pechos.

¿Está loco?

Probablemente.

¿Por qué?, quiero decir miró hacia abajo, este es un cuchillo de verdad. Lo usó para cortar mi vestido.

Lo que probablemente le hizo perder un poco de filo, así que asegúrate de usar un poco de fuerza si decides utilizarlo. Como dije, quiero morir rápido.

La oyó tragar saliva. El sonido capturó su corazón.

Yo yo no podría apuñalarlo, Sr. Keegan.

Es bueno saberlo. De la misma manera, yo no acostumbro a forzar a las mujeres. Llámame perezoso, pero por alguna razón, nunca me ha parecido que valga la pena todo el esfuerzo. La expresión incrédula de Caitlin hizo que su sonrisa se ampliara. Sin embargo, tengo mis caprichos. Uno de ellos es lograr dormir por lo menos un poco cada noche. No funcionó muy bien sin dormir. Pensé que tal vez ambos podríamos lograr algo de sueño si tú te sientes un poco más relajada por estar en la cama conmigo.

¿Qué pasa si el cuchillo se sale de la funda y uno de nosotros rueda sobre él?

Dudo que eso vaya a suceder. Tiene una hoja bastante larga y está enterrada hasta la empuñadura dentro del cuero. Podía pensar en otra cosa que deseaba que estuviera enterrada hasta la empuñadura. Bastante improbable.

Ella bajó la barbilla para mirar el arma que sostenía contra su pecho. Ace no estaba seguro de que esperar, solo que no era el sollozo que escapó de la garganta de Caitlin. Inclinó la cabeza para tratar de ver su cara, una hazaña imposible dado su pelo alborotado.

Caitlin ¿Qué pasa? Él había tenido la intención de tranquilizarla al darle el cuchillo, no de inquietarla aún más. ¿Caitlin?

N… no es nada consiguió decir ella con voz cortada . Es solo que no esperaba Su voz se quebró, y ella se estremeció.

Ace cerró los ojos y apretó la mejilla contra la parte superior de su cabeza rizada. Con un profundo suspiro dijo,

¿No esperabas que, cariño? ¿Qué te diera el cuchillo? Es una cosa pequeña y vale la pena si te hace sentir mejor.

Ella sacudió la cabeza.

Que com comprendiera. No esperaba que comprendiera. Acerca de c como me siento.

Él tuvo el presentimiento de que esta chica rara vez había sido comprendida o que hubieran tomado en consideración sus sentimientos.

A mí me parece bastante simple. No es que hoy te hayas levantado de la cama esperando casarte en la noche. Siendo yo un extraño hace que sea aún peor. No te culpo por sentir un poco de miedo. ¿Un poco de miedo? Un maestro en eufemismos, eso era él. Curvó una mano sobre las de ella que agarraban con fuerza el mango del cuchillo. Solo esperaba que te sintieras un poco más segura si tienes alguna manera de defenderte, eso es todo.

Otro sollozo se abrió camino desde el pecho de Caitlin.

Podría qui quitármelo. Si tratara de usarlo, us usted podría quitármelo, en un santiamén.

A Ace nunca se le había dado bien mentir. Sin embargo, decidió dar lo mejor de sí.

Cariño, no tendría ninguna oportunidad. Apuesto a que eres muy rápida con esas manitas. Un hombre de mi tamaño tiende a ser lento para… casi dijo lento para desenvainar, pero se contuvo justo a tiempo. Para moverse. Tendemos a ser lentos para movernos.

Ella levantó la cara para mirarlo con los ojos plateados por las lágrimas. Si Ace hubiera estado completamente vestido y de pie, estaba bastante seguro de que se habría derretido en sus botas. Esta muchacha había penetrado directamente su corazón. Si las cosas continuaban a este ritmo, dudaba que fuera a saber qué dirección era arriba para mañana a esta hora.

Por lo que he oído, usted es más rápido que un rayo engrasado con esas manos le informó ella con voz débil. Solo está diciendo eso para hacerme sentir mejor.

Ace sabía cuándo era el momento de retirarse.

¿Funciona?

Ella lo miró fijamente durante varios segundos de ensordecedor silencio.

, creo que tal vez está funcionando.

Él estiró una mano para mover un rizo de su mejilla, luego la dejó sobre su pelo. Su cabeza se sentía increíblemente pequeña en la palma de su mano, dándose cuenta de lo vulnerable que ella se debía sentir. Se le apretó la garganta.

Eso es todo lo que importa, Caitlin, que te sientas mejor. En cuanto a tomar mi cuchillo ¿Por qué me habría molestado en dártelo si ese era mi plan? Siempre existe la posibilidad de que seas más rápida de lo que pienso. Si tuviera el engaño en mente, podría terminar con la garganta cortada.

Ella sorbió por la nariz e inclinó la cabeza para secarse la mejilla en el hombro de su camisón. El maravilloso olor a limpio del algodón secado al sol se coló por la nariz de Ace.

Cuando volvió a mirarlo, él pensó que algo del miedo había desaparecido de sus ojos.

Gracias dijo ella en una voz tan baja que él casi no oyó las palabras.

De nada. pasó su pulgar ligeramente por la pequeña herida en su sien. Era bueno sentir al menos que un poco de la tensión abandonaba su cuerpo. Para un hombre estúpido, él tenía sus momentos. Ahora, con tal de que ella no se asustara… Apartó el pensamiento de su mente. Dudaba que incluso aterrorizada pudiera apuñalar a un hombre.

Ahora, ¿podemos tratar de dormir un poco?

Ella acunó el cuchillo más cómodamente entre sus pechos y asintió. Ace observó cómo sus párpados se cerraban lentamente. Durante varios segundos, apenas respiró por miedo a sobresaltarla. Luego se obligó a cerrar sus propios ojos. Estaba exhausto, por completo. Mañana sería un largo día.

Contra sus párpados, él vio su cara, tan pálida y demacrada.

Donde el hueco de su brazo presionaba contra su hombro, todavía podía sentirla temblar ligeramente.

Tenían un largo camino por recorrer los dos, pero esto era un comienzo, Cuando esta primera noche pasara, ella seguramente empezaría a darse cuenta de que él no tenía intención de violarla, y comenzaría a relajarse un poco en su compañía.

Trató de pensar en algo que podrían hacer juntos mañana, una actividad inofensiva que ella pudiera disfrutar y que le permitiera llegar a conocerlo un poco mejor. La idea ir de picnic junto al arroyo le vino a la mente. Imaginó la orilla del arroyo, bañado por el sol, ambos compartiendo una comida sobre una manta, el pelo de Caitlin brillando como cobre fundido.

, un picnic podría ser justo lo que precisaba.

 

 

Caitlin estaba tendida junto a su nuevo marido, tan tensa que tenía miedo de respirar por temor a despertarlo.

Durante el sueño, él movió su mano desde su cabello a su hombro, su pulgar y sus largos dedos curvándose cálidamente sobre su brazo. Su instinto le gritaba que se apartara, que escapara de la cama, que se acurrucara en algún rincón oscuro donde estaría a salvo.

Quedarse inmóvil fue una de las cosas más difíciles que hubiera hecho jamás.

Sin embargo, poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a envolverla, irradiando una calidez que parecía llegar directamente a sus huesos. Si dejara la cama, estaría congelándose en minutos.

La respiración regular de Ace agitó un mechón de cabello en su sien y se lo mandó sobre un ojo. Cada vez que él expulsaba el aliento, el pelo volaba y le cosquilleaba las pestañas. Ella parpadeó. Arrugó la frente y movió las cejas. Nada funcionó. En cuestión de minutos no pudo seguir soportando las cosquillas.

Con mucho cuidado de no despertarlo, extendió la mano para sacarse el pelo del ojo. Con el movimiento de su brazo, débil como fue, él murmuró algo ininteligible y deslizó su mano desde su hombro hasta su cintura.

Caitlin tragó saliva y contuvo la respiración. Como si él no estuviera acostumbrado a encontrar el cuerpo de una mujer bajo su mano, presionó ligeramente con la punta de los dedos, aprendiendo su forma incluso mientras dormía.

Su respiración contenida salió de repente cuando él arrastró su mano sobre su cadera y le dio un suave apretón.

Pronto, sin embargo, él se quedó quieto otra vez, con su mano inerte, pesada y maravillosamente cálida. Agarró el cuchillo más cerca y sonrió al recordar lo ronco que había sonado cuando se lo había entregado. Por superficial que fuera el gesto, no muchos hombres se habrían tomado la molestia de hacerlo. El hecho de que él lo hiciera significaba más para ella de lo que pudiera decir.

Caitlin levantó la mirada hacia su rostro oscuro, que flotaba a pocos centímetros del suyo. Incluso en el sueño, parecía peligroso. Sin embargo, se sentía extrañamente a salvo ahora que se había dormido. Por esta noche, al menos, él de verdad no la lastimaría. La estaba tocando, , pero no de una manera inadecuada. Y lo loco era que la forma en que la tocaba la hacía sentir algo así como apreciada. Tonto eso. Pero aun así, era cómo se sentía.

Movió su mirada hacia su hombro y su brazo, bañados por la luz plateada de la luna, los gruesos músculos claramente definidos. Recordándole cómo su padre y su hermano se veían sin camisa, estaba fascinada, a pesar de sí misma. Ace Keegan no solo era un hombre grande, también era increíblemente fuerte, trayendo a su mente las esculturas griegas que había visto en los libros ilustrados. Se le alojó un nudo en la garganta. Con tal poder físico, él podría haberse salido con la suya con ella sin siquiera sudar. ¿Y qué había hecho en cambio? Le había dado su cuchillo y la había tocado con ternura.

Las lágrimas brotaron de sus ojos. Un instante después sintió una sensación desgarradora en su pecho mientras un sollozo se liberaba. Estaba tan, tan terriblemente cansada. Durante toda la noche, desde el primer momento que él había mencionado la palabra “matrimonio”, había estado esperando que la noche terminara violándola.

Se sentía como si hubiera sido empujada por un precipicio y hubiera sido salvada en el último segundo, por su más temido enemigo.

El por qué eso la hacía llorar, no lo sabía. Pero lo hacía. Y a pesar de su miedo a despertarlo, la necesidad parecía más grande que ella.

Cuando sus hombros se sacudieron con otro sollozo, él se agitó en su sueño, pasando su mano de su cadera a su espalda. Ella contuvo el aliento, tratando de quedarse inmóvil y en silencio. Cuando su respiración finalmente se liberó, lo hizo con un llanto ruidoso. Sintió que el cuerpo de Ace se tensó con una súbita conciencia.

¿Caitlin?

Lo siento.

Él le pasó la mano arriba y abajo por su columna.

Cariño ¿qué pasa?

Para absoluto horror de Caitlin, él aplicó presión entre sus omóplatos con esa enorme mano suya, forzándola hacia adelante hasta que quedó aplastada contra su pecho y firmemente anclada allí por su brazo. La funda del cuchillo se metió incómodamente en sus costillas. Su cara encontró un lugar de descanso en el hueco de su hombro, supo que él debía sentir la humedad de sus lágrimas. Probablemente sentía sus pechos contra él también. Y sus muslos. Ella ciertamente sentía cada centímetro de él. El calor de los planos duros de su cuerpo traspasaba la tela de sus pantalones y su vestido de algodón, haciendo que su piel se sintiera en llamas donde quiera que se tocaran.

Cariño, está bien. Todo va a estar bien.

Ella no veía como algo iba a estar bien, jamás. A pesar de que no parecía posible, la atrajo aún más cerca y apretó su brazo alrededor de su cuerpo. Por un instante se sintió casi frenética por escapar. Pero entonces el calor de él la rodeó, su fuerza comenzó a parecer calmante en lugar de amenazante. La poca resistencia que quedaba en su cuerpo se disolvió a toda prisa, dejándola exhausta y débil.

No llores su voz era profunda y maravillosamente ronca, la expulsión de su aliento le hacía cosquillas en la oreja. Por favor, no llores. Preferiría que me clavaras ese cuchillo.

La sinceridad en su voz significó más para Caitlin que las palabras mismas. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que alguien se había preocupado por sus lágrimas?

Sollozó de nuevo, tratando de ahogar el sonido en su hombro. No hubo suerte. Su respiración atrapada hizo un chillido al subir por su pecho.

Bueno, diablos… La empujó más cerca, en lo que ella percibió como un torpe abrazo con la intención de consolarla y, curiosamente, lo hizo. Llora, entonces, cariño. Sigue adelante , sácalo todo.

No necesitó más estímulo. Fue vergonzoso desnudar sus emociones frente a él. Fue humillante haber perdido el control. Pero no lo pudo evitar. El dolor sofocante estaba desgarrando su pecho, y no pudo seguir conteniéndolo más de lo que podía dejar de respirar. Lloró hasta que sintió su garganta en carne viva, hasta que sus ojos se sintieron como si el viento hubiera soplado arena en ellos, hasta que no tuvo más lágrimas que derramar. Y luego simplemente se quedó allí, demasiado cansada para moverse, a salvo rodeada por el reconfortante calor de su cuerpo.

Cuando el silencio cayó sobre ellos, Caitlin esperó que él dijera algo, tal vez incluso que la regañara. En su lugar, siguió sosteniéndola. Después de un rato, ella se dio cuenta bastante vagamente de que sus caricias eran cautelosas, que mantenía sus manos en lugares inofensivos, ni una sola vez se aprovechó de su vulnerabilidad. Quería darle las gracias por eso, pero estaba demasiado cansada, demasiado drenada.

Mañana. Le daré las gracias mañana. Fue el último pensamiento consciente que tuvo antes de que el sueño cayera sobre ella como un manto negro.